El pasado 2 de abril, cambiamos nuestra tarde de trabajo por un espacio distinto: la capilla de nuestro colegio, dónde encontrarnos con nosotros mismos y descubrir, a la luz de la parábola del Hijo pródigo, qué aspectos de nuestra vidas necesitan de la misericordia del Padre.
De la mano de José Castillo, CM; una vez más reflexionamos y compartimos en torno a la cruz que nos anuncia la llegada de la Pascua.
Neutralizar inercias que no nos dejan resucitar… ser reflejo de la misericordia de Dios.
Qué bueno sería que cada uno de nosotros fuéramos capaces de decir “YA ESTÁ” como el
padre bueno dijo a su hijo. Mirar con transparencia, acariciar con ternura.
Ojalá sigamos viviendo este tiempo de Cuaresma como una oportunidad de ser mejores para poder ser referentes, como familia educativa vicenciana, de comunidad y comunión.